martes, 24 de marzo de 2009

Un vistazo


Si tuviera que describir este momento, debería describir el ruido leve de unas pisadas entre la hojarasca. Y una brisa suave propia de la temporada, la de las fresas salvajes y las moras silvestres. La del sol que se estrena y alarga el día, la de los melocotones aterciopelados. Si tuviera las palabras precisas, la alegría necesaria, la fuerza de los años pasados, el anhelo, la intensidad en la mirada, los ojos cerrados...
Unas pisadas tímidas y cautelosas acercándose por entre las ramas bajas de los árboles, despacio. Es Mamiloca, la loca dormida, que se aventura con cierto temor fuera de su madriguera bajo el sauce llorón... Pero sólo mira, fugazmente. Y piensa que volverá a su refugio un poco más, que allí se descansa de todo de maravilla, que ya habrá tiempo. Un tiempecito más, aún arriesgándose a desaparecer para siempre, convertida en hierba fresca o en remolinos blancos voladores, de esos que se alejan, se alejan, se alejan... Y no vuelven más.
Mamiloca quiere ver si está Enaire por los alrededores, pero ha oído por ahí que hace unos días se volvió a su casa de repente, por ver cómo andaba de pelusas y telas de araña, que ya que estaba se puso a redecorar un poco con cierta morriña, o melancolía, o añoranza, vete tú a saber. Así que ha salido para ver si es cierto. Y debe serlo, porque no la ve por ningún sitio. De todos modos, se retira de nuevo para dejar que la tarde cubra poco a poco el bosque de sombras, y así cerciorarse de que aún es ella la dueña del lugar.
Es porque últimamente busca la soledad. Se mece en ella perezosamente, y le gusta.
Ah, quién sabe...

jueves, 12 de marzo de 2009

Mariajo


... De vez en cuando vengo a dar una vueltecita por este bosque. Busco a dos locas. Una se llama Enaire, otra Mamiloca, la soñadora.
No consigo encontrarlas. No sé dónde se habrán metido, de verdad. Y el caso es que las echo de menos. Llevo 6 meses escondida. De incógnito. Vivo en mi pequeña casa en el sótano. La luz del mediodía entra a raudales por la pequeña ventana, muy arriba en la pared del salón.
Leo en el metro. Eso lo he recuperado, una hora entera perdida en un libro sin apenas darme cuenta de lo que tengo a mi alrededor.
Pero estas dos locas no aparecen. El bosque está solitario como nunca había estado. Nada. Ni un gnomo, ni un hada volandera, ni siquiera un triste gusanito asustado entre la hierba.
En serio espero que vuelvan. Y si es que no se atreven a estar juntas y por eso andan perdidas, pues qué se yo, que recupere cada una su espacio...
Si es que no puede ser. No saben cómo repartirse el tiempo!