Dios mío! Qué follón!! Ya lo contaré más despacio, cuando tenga tiempo, que ahora estoy rodeada de cajas y de trastos, con la música a todo volumen para hacer la cosa más llevadera, que esto se las trae...
(Este vídeo no lo hice yo, ya haré uno, ya...) Pero estas fotos sí.
-Enaire. -Qué -No se ven los corazoncitos de la cabecera. -Bueno, y qué le vamos a hacer? Será cosa de los duendes. -Ala! Qué duendes, ni qué duendes, algo estamos haciendo mal, niña. -Niña tú! -Mamiloca está triste. -Quieres dejar de hablar en tercera persona? -Qué tercera persona? Si sólo somos dos! -Anda loca, que aquí no hay más que una, y una de las dos tiene la culpa de todo. -... Mira, me voy a echar la siesta, que no se puede hablar contigo...
Ya tiene altillo mi casa nueva. Y para el altillo, una brujilla, para que cuide de mi refugio en las alturas. Ah, qué ilusión, Mamiloca! Ah, qué ilusión, Enaire, que nos mudamos de casa!
Mamiloca sabe que se llevará bien con esa bruja que tiene un gato y calcetines de rayas. Le recuerdan algo que tiene que ver con la magia, con las cosas imposibles, con las cosas que...
Buah! Vengo a contar cosas y me encuentro con que el bosque ha desaparecido! Anda que no me dan guerra estas plantillas dichosas, la madre que las parió (con perdón). En fin, que ya sólo cuento que mañana me examino del teórico de conducir, y que no he estudiado naada en una semana porque he estado de viaje. En Portugal. Una semana, de aquí para allá. Y que allí he conocido posiblemente la ciudad más preciosa que haya visto nunca... Sintra.
-Enaire. -Qué. -Vete a dormir, anda, que ya a estas horas qué vas a contar tú, que yo ya no sepa... -Bueno, vale, si te pones así!